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miércoles, 19 de enero de 2011

LAS PROCLAMAS.. por Horacio Verbitsky






En 1975, a un mes de la investidura de Tortolo como sucesor de Caggiano en el Vicariato castrense, Bonamín pronunció un discurso ante una formación militar que resonó como una proclama golpista: "Cuando hay derramamiento de sangre hay redención, Dios está redimiendo mediante el Ejército Argentino a la Nación Argentina". Se preguntó si "¿No querrá Dios algo más de las fuerzas armadas, que esté más allá de su funció0n de cada día en relación a una ejemplariedad sobre toda la Nación?" y dijo que formaban "una falange de gente honesta, pura, que hasta ha llegadoa a purificarse en el Jordán de la sangre para poder ponerse al frente de todo el país hacia grandes destinos futuros. Les toca sufir por lo que los demás gozan. Les toca velar con las armas en la mano los festines de los corruptos".
Según Tortolo, las grandes crisi deben producir grandes hombres. Según él se avecinaban tiempos de lucha, oscuridad y dolor. se sirvió de una metáfora: "Es un dolor que parte de los más profundo del ser humano, lo quema por dentro, lo exprime y aprieta por fuera". Parece la anticipación del método que pronto se generalizaría en el país de la mano de la dictadura cívico-militar.
La noche del 23 de marzo de 1976 un sobrino de Bonamín lo buscó en las oficinas del Vicariato castrense en Buenos Aires. Luis Bonamin, de 21 años, hijo de ese hombre y sobrino nieto del provicario, había sido secuestrado y acribillado a balazos por la policía de Rosario. La esposa y compañera de militancia de Ñuis en la Juventud Universitaria Peronista, María Teresa Butticé de Bonamín, debía salir del país y su pariente podía apurar los trámites del pasaporte. Llegaron al Vicariato a la hora convenida, pero debieron esperar en un pasillo, porque Victorio tenía un reunión fuera de agenda.
Cuando los hicieron pasar, se cruzaron con dos jefes militares de alto rango, de quienes el sacerdote se despidió. Bonamín hizo pasar a su sobrino y a la muchacha y les preguntó qué había sucedido. El acongojado padre le contó a su tío lo que que sabía. Después de escuchar el relato, el provicario apenas dijo:
-Él se lo buscó.
Al día siguiente, María Teresa reconoció en un televisor a los hombres que había visto salor del Vicariato. Eran los jefes del Ejército y de la Fuerza Aérea, Jorge Videla y Ramçon Agosti, miembros de la Junta militar que había tomado el poder. Ambos habían nacido en Mercedes, donde frecuentaron al obispo Tortolo antes de que fuera designado vicario general. Desde entonces, conservaron con él una afectuosa relación. "Nos conocesmos desde hace treinta años", explicó Tortolo.
Así comenzaba la dictadura militar más prolongada del siglo XX.

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