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miércoles, 19 de enero de 2011
Desaparecidos y el rol de la Iglesia, (parte I)
El 8 de noviembre de 1978 Carlos Oscar Lorenzo salió de su casa como todas las mañanas, pero nunca llegó a su trabajo. A través de un amigo de un amigo de sus padres llegaron hasta un oficial de la Armada que atendía en la casa de gobierno y que los despidió con palabras formales de consuelo y ninguna información. Cinco días después sonó el teléfono. Lorenzo habló 15 minutos con su esposa. La familia entendió que estaba en una unidad militar. "Por favor no hagan denuncia, no hablen, me tratan muy bien, quédense tranquilos", dijo.
Luego de meses sin noticias, el conocido que los había llevado hasta casa de gobierno, les dijo que estaba en el Batallón de Arsenales 601, en Boulogne. Lorenzo estaba recién casado, con Nilda Cristina Cerizola, quien se acercó al batalló. La única puerta abierta al público que vio era la de una capilla.
La recibió el capellán del arsenal, un cura español gordo y franquista, el padre Amador. La esposa llevaba una foto. El capellán le dijo que Carlos Lorenzo estaba ahí y que era bien tratado. "Es un muchacho lector", dijo ella. "Seguro que lo pusieron a ordenar la biblioteca", retrucó el cura.
En otra visita, le dijo a Silvia Lorenzo, morocha, de 1.60 de estatura y ojos oscuros: -se nota que son hermanos-.
Carlos Lorenzo era rubio, de ojos claros y medía 1.90. La familia comenzó a desconfiar. Ante su insistenciael padre Amador les dijo que consultaría con Graselli.
Cuando volvieron a reunirse los calmó: - Carlos está bien y pronto va a salr-.
Decidieron saltearse intermediarios y fueron al Vicariato castrense. Promediaba 1979. Graselli les dijo que no desesperaran, que "el alma caritativa de Videla" había concebido "un operativo de rehabilitación" porque no quería perder las inteligencias de los subversivos.
Con el propósito de recuperarlos para la Patria, eran atendidos por médicos, psicólogos y sociologos.
-Los tratan bien y en muchos casos los dejan salir del país. Yo los ayudo- les dijo.
agregó que junto con ellos "se rehabilitan los que se excedieron en la represión, los guardias malos".
Pero también había otra categoría, la de los irrecuperables.
-Es probable que alguien piadoso le dé una inyección y el irrecuperable se duerma para siempre- dijo Graselli
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